En 1906 un niño de seis años dibujó un elefante en el estómago de una boa y ningún adulto entendió su dibujo, y no sólo eso, le dijeron también que lo suyo no era el dibujo y que se dedicara a otras cosas. Así, quedó herida la creatividad de un niño que más tarde enfocó su vida en la carrera militar.
El niño era Antoine de Saint-Exupéry, autor de «El principito», quien inicia su obra más célebre partiendo, precisamente, de aquel evento en el que los adultos desahuciaron su talento de dibujante.
Una crítica a la adultez, eso encierra esta obra que fue escrita por la pluma de un militar de 42 años que dejó fluir a su niño interior para elevar su protesta contra los absurdos de la humanidad. Saint-Exupéry escribió «El principito» en pleno desarrollo de la Segunda Guerra Mundial en la que cumplía ciertas funciones y también en un momento de crisis personal, pues enfrentaba el exilio.
La obra fue publicada en 1943. Sin embargo, su autor no llegó a ver nunca su éxito. Murió pocas semanas más tarde de la publicación en un accidente aéreo.
«El principito» es una obra catalogada como «novela infantil», pero está también dentro del género de «novela filosófica», y es que se trata de un libro que definitivamente hay que leer al menos dos veces en la vida: una en la niñez y otra cuando se es adulto. Con esto quiero decir que se acomoda perfectamente a públicos de seis años, como a públicos de 60 ¡y vale la pena leerlo en ambos estadios de la vida!
Saint-Exupéry no sabía que «fue el tiempo que pasó con su dibujo lo que lo hizo especial» y gracias a aquella creación, más tarde, nos regaló una de las obras más emblemáticas de la literatura, que nos obliga a mirar hacia adentro (y a veces a avergonzarnos).
Claudia Campanini.
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