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sábado, 2 de octubre de 2021

Una habitación propia


Para escribir este texto he tomado cinco noches, no por un defecto de lentitud, aunque lo tengo, sino por mis ocupaciones maternas. Iniciaba cuando mis hijos pequeños por fin dormían. Durante el día algunas ideas salían a flote, y antes que naufraguen en el mar de mis pensamientos, para atraparlas, las escribía en el primer papelito que veía, y así lo reunía con otros tantos que volvía a leer en la noche, cuando tenía el silencio y el tiempo para organizar mis ideas, porque las continuas demandas a la madre habían cesado.

Y de eso precisamente habla este libro. Virginia Woolf expone la problemática de las mujeres y las novelas. ¿Por qué no han producido las mujeres tantos textos como los hombres a lo largo de los siglos? Lo más probable es que las mujeres estaban criando hijos. Según Woolf muy pocos registros hay de mujeres lectoras y escritoras antes del siglo XVI. Lo que queda en los registros son mujeres parturientas cada año y eso hasta el siglo pasado.


«Una habitación propia» es un ensayo escrito por Virginia extraído de sus conferencias en las que hablaba con mujeres acerca de este tema. Es un texto que reivindica a la mujer en su derecho a producir arte y la obligación de la sociedad a dejarla que eso suceda, sin interrumpirla cuando crea. Porque entre la mujer y la literatura existe una relación aún tortuosa, quizá en los tiempos de Woolf más evidente. Las mujeres a penas habían conquistado el derecho al voto y eran por excelencia amas de casa, escribían solo las que tenían una fuerte vocación a la inquietud mental, alguna irreverente, una privilegiada, o extrañamente intelectual, y es que las mujeres no tenían un fácil acceso a la educación superior.


Virginia Woolf publicó su ensayo en 1929, es decir hace casi cien años. Lógicamente en casi un siglo algo tuvo que cambiar, ¿no? ¿Qué pensaría hoy la autora? Yo supongo que lo mismo, que la relación entre la mujer y las novelas aún no es una relación fluida. La única diferencia es que ahora las mujeres somos amas de casa de closet. Las mujeres (con hijos) que quieren producir tienen dos opciones: o delegar el cuidado de su prole y de su casa a terceros (con todo el sentimiento de culpa que ello implica) o ganarle horas a la noche y a las madrugadas y tratar de hacer algo con su inteligencia. Y si alguien se pregunta ¿pero y el padre? El padre puede estar o no estarlo, su presencia no exime a la mujer de su rol materno.


Una mujer que escribe es constantemente interrumpida, aseguraba Virginia, algunas bocas la llaman mientras trata de crear, no tiene la libertad moral ni de lenguaje que un hombre, pero sobre todo carga el estigma de no estar en sus cabales (y es posible que realmente no lo esté mientras reprime a su energía). Por otra parte, la autora explica que desde ya quien escribe tiene que soportar la indiferencia del entorno, ¿realmente a alguien le importa lo que uno escribe? Posiblemente no, pero en el caso de las mujeres no se trata solo de indiferencia, decía Woolf:

«La indiferencia del mundo que Keats, Flaubert y otros han encontrado tan difícil de soportar, en el caso de la mujer no era indiferencia, sino hostilidad. El mundo no le decía a ella como les decía a ellos: 'Escribe si quieres; a mí no me importa nada'. El mundo le decía con una risotada: '¿Escribir? ¿Para qué quieres tú escribir?'». Virgina Woolf.


Virginia Woolf es una autora que a lo largo del tiempo ha sembrado inquietudes por dos razones. Por un lado está su obra y su feminismo, pero por otro su locura y su suicidio.

En cuanto a su producción literaria Woolf supo imponerse a un mundo intelectual hecho a la medida de los hombres. Aunque no accedió a la educación universitaria se formó sola, leyendo cuanto pudo de la biblioteca de su padre. Más tarde formó parte de círculos de intelectuales londinenses donde no solo un día llegó ante la incomodidad de todos los miembros varones, sino también donde luego se instaló y prácticamente fue el eje. En su vida publicó nueve obras y fue una autora de renombre.


Pero Virginia convivía con sus fantasmas. La autora sufría de un trastorno maniaco depresivo, lo que hoy se conoce como trastorno bipolar. Aunque se repuso a sus crisis más severas un día decidió que no se sometería a otra recuperación y en cuanto vio acercarse la sombra de una nueva crisis escribió una carta, se despidió de su marido, salió a caminar, fue llenando poco a poco sus bolsillos con piedras y se hundió lentamente en el río Ouse.



Claudia Campanini.

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