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martes, 29 de junio de 2021

Ensayo sobre la ceguera


Alguna vez me he levantado en medio de la oscuridad de la noche y por comodidad o por mera flojera decidí no encender la luz. Entonces confirmaba lo que había pensado un sinnúmero de veces en mi vida: «Si fuera ciega me muero de hambre». No soy capaz de enchufar alguna lámpara a ciegas, no soy hábil para encontrar cosas con el tacto y más de una vez hice caer cosas con un efecto dominó impresionante a las tres de la mañana. Sin ojos, posiblemente, quedaría paralizada.

José Saramago fue más lejos al plantearse la problemática de la ceguera: ¿Qué pasaría en un mundo donde la gente tuviera ojos, pero de nada le servirían? Un mundo de gente ciega, donde nadie esté adiestrado para sobrevivir, como lo hacen los ciegos comunes que han sabido desarrollar el resto de sus sentidos. 


«Ensayo sobre la ceguera» es una de las obras más importantes de este autor portugués con tan peculiar estilo. A pesar del título no se trata de un ensayo, sino de una novela. La trama inicia en una esquina donde surge el primer caso de ceguera, seguido de una posible epidemia, una tortuosa cuarentena y una inevitable pandemia: «el mal blanco» o «la ceguera blanca».

Es peculiar el estilo de Saramago porque no le pone nombre a ninguno de los personajes en toda la obra, pero se da la manera para identificarlos. Otra característica del autor es su forma cronística de narrar los hechos. Aunque todas las escenas se presentan crudas y sin contemplaciones, le da respiro a los lectores, de tanta calamidad, con reflexiones psicológicas de las personas y de las sociedades. Además deja escapar miradas poéticas sobre cada asunto, esto (su ser poético) parece haber sido más fuerte que él, quien procuraba una rigurosidad narrativa.


Su protagonista es un potente personaje: una mujer. Aspecto que quizá hoy se valoraría mucho más que en 1995, cuando se publicó la obra. Sobre «la mujer del médico» radica la fortaleza de un remanente de ciegos que ella sabe guiar, aunque a veces lo haga sumida en ataques de desesperación y pánico. 

«Ensayo sobre la ceguera» es una novela que hace una profunda crítica a las sociedades que inmersas en crisis como lo es, por ejemplo, una pandemia tienden a revelar lo peor (y lo mejor) de sí. Es en este tipo de situaciones que las personas sacan a flote su verdadera esencia, ya sea esta egoísta, solidaria, humana o sádica. A priori, la novela podría juzgarse como catastrófica, todo lo peor que pudiera pasar en el mundo, pasa aquí, pero encierra también un gran sentido: la lucha del ser humano por conservar no solo la vida, sino también la dignidad, sobre todo, la dignidad, pienso que la obra está enfocada en ese último aspecto.


Saramago fue un autor que supo decir y supo callar. Después de escribir sus primeras novelas en la década de los cuarenta, decidió hacer un silencio que duró 20 años. Luego de esta prolongada pausa creativa volvió a escribir y no pararía más. En su vida logró un total de 20 novelas que le significaron la misma cantidad de premios, el más importante de ellos, el Premio Nobel de Literatura en 1998.

José Saramago fue escritor, periodista y dramaturgo. A pesar de que su familia no pudo costearle ningún tipo de estudios universitarios, el autor supo formarse solo, encerrado en las bibliotecas con horarios nocturnos. La lectura de clásicos universales le permitió forjar su talento que más adelante le significaría ser reconocido por al menos 18 universidades. Murió el 18 de junio de 2010 a causa de una leucemia. 


Leer esta novela, justo en el momento que atravesamos una crisis de salud mundial, me hizo entender que no son completamente inútiles las pandemias. En una pandemia el ser humano se muestra tal cual es. Allí se explica que los entornos del poder no se sonrojen al vacunarse antes que los vulnerables, ni lo hagan quienes emiten millonarias facturas a moribundos, tampoco quienes secuestran oxígeno a los asfixiados. Para eso nos sirven las desgracias como esta, para mirarse uno, para mirar al otro, y saber de qué somos capaces como individuos y como sociedad; aunque es cierto también que algunos optaran por quedar ciegos voluntariamente o fingirán ceguera porque a veces «es mejor no ver». 



Claudia Campanini. 

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