Ana Frank pasó a la historia idealizada por quienes hicieron de la joven un emblema del holocausto. Sin embargo, era una adolescente como cualquier otra: con sus simpatías, antipatías, arranques de genialidad y marcados enojos.
La diferencia entre Ana y muchas de sus contemporáneas era su vocación de documentar cuanto vivía, de grande quería ser periodista; se exigía por lo tanto para escribir lo mejor posible. Esa inclinación a la narración fue potenciada por sus padres que en su cumpleaños número 13 (el 12 de junio de 1942) le regalaron un diario a quién, a falta de amigas, Frank bautizó como Kitty y escribía en él las preocupaciones propias de su edad: desde sus desencuentros familiares hasta sus historias amorosas, pero en su caso también, escribía sobre los horrores de la guerra.
Ana era una niña alemana hija de judíos. Cuando se desató la persecución antisemita en la Alemania de Hitler huyó con su familia a Holanda, donde se esforzaron por lograr una vida normal. Sin embargo, los tentáculos hitlerianos llegaron no mucho después también allí con la ocupación nazi, donde los Frank, como miles de judíos fueron de nuevo perseguidos. Fue entonces cuando Otto, el padre, decidió esconder a su familia en la parte trasera del edificio donde trabajaba: el anexo. Más tarde llegó otra familia: los Van Peals y un dentista: Fritz Pfeffer (Dussen). Los escondidos vivían con el terror de ser encontrados, soportaban el martirio de los sonidos de aviones de guerra sobrevolando y disparando sobre la ciudad. Habitaban también condiciones de hacinamiento en las que la alimentación y la higiene eran deficientes. Allí Ana y su familia vivieron por más de dos años. Desde los 13 de ella hasta sus 15. Su diario es un descargo constante de tristezas, frustraciones, indignación, pero también resiliencia, búsqueda y esperanza.
Lo primero que puede preguntarse el lector es cómo posible que una niña de la edad de ella pudiera escribir de esa manera, con cierto estilo literario, ordenar sus ideas y construir frases:
«¡Qué bella sería la humanidad, y qué buena, si por la noche antes de dormirse, todos evocaran lo ocurrido durante el día, llevando cuenta del bien y del mal de su conducta. Todos se esforzarían por enmendarse».
Aclaro que Ana no se la pasaba dando mensajes a la consciencia, por lo general este tipo de frases las escribía cuando estaba enojada con sus padres, con sus compañeros de escondite o con los precursores de una guerra que no acababa de entender. En este libro se evidencia cuán difícil es la convivencia entre seres humanos, aún si hay amor, empatía y solidaridad entre ellos. Ana se sentía incomprendida, sola y con unas fuertes ganas de amor, libertad y más tarde, de descubrir su sexualidad.
Puesto en duda
Por la profundidad de sus pensamientos y por su estilo impreso en sus páginas muchos lectores y, en especial, detractores han puesto en duda que el diario lo hubiera escrito realmente Ana Frank y muchos le atribuyen la autoría a su padre, Otto, el entonces único sobreviviente de la familia Frank.
Personalmente no me quedan dudas de que el «Diario es de Ana Frank», ella es la autora. No es extraño que haya tenido estilo literario para escribir, pues Ana se pasaba prácticamente todo el día leyendo libros, primero porque tenía una infinita voluntad de aprender y segundo por mero aburrimiento, en el anexo no había muchas cosas más que hacer. El que tanto lee seguro algo escribe. Aún con ello, considero que su prosa es aún muy joven y no se la debería atribuir a un adulto, pero claro que no seré yo quien convenza a sus detractores sobre esto, el diario, los diarios en realidad, porque fueron tres, han sido sometidos a diversas pruebas con forenses expertos en caligrafía a solicitud del Instituto de Documentación de Guerra, los expertos comprobaron su autenticidad.
«Quiero seguir viviendo aún después de morir. Por eso le agradezco a Dios que desde mi nacimiento me dio la posibilidad de desarrollarme y escribir, es decir de expresar todo cuanto sucede en mí».
Es cierto, sin embargo, que en el momento de la transcripción Otto corrigió algunos asuntos de ortografía y sintaxis del texto original y omitió algunas partes, sino muchas, que no quería que entonces se hicieran públicas, por ejemplo cuando Ana ahonda en temas sexuales o escribe algunas bromas con similar temática. No quiere decir que el texto final quedó con una Ana asexuada, pero los temas más explícitos no quedaron incluidos, aunque más tarde quedaron revelados.
Cuatro versiones
Según un informe de la BBC el «Diario de Ana Frank» tuvo cuatro versiones. La primera contenía la escritura espontánea de Ana. La segunda es edición de ella misma quien el 29 de marzo de 1944 escuchó al ministro holandés Gerrit Bolkestein por la radio decir que después de la guerra se publicarían los textos que se hayan escrito durante el conflicto, Ana pasó su trabajo a limpio y esta vez se esforzó mucho más por darle un estilo, y cambiar algunos nombres. La tercera versión es la publicada por su padre, que como dijimos, hizo correcciones y omisiones, y la última versión es la que finalmente se publicó en extenso, en 1995. Los lectores de finales de siglo estaban listos para conocer a Ana tal cual era.
Un símbolo
Ana Frank cumplió su sueño, pero no lo supo, soñaba que lo que escribía sobre aquel encierro pueda un día trascender, tenía grandes sueños literarios y periodísticos y repetía con relativa frecuencia que no quería ser una mujer confinada en las labores de casa. «Cuando acabe la guerra...» planeaba.
Hoy Ana Frank es un símbolo. La casa donde permaneció escondida durante dos años se ha convertido, desde 1960, en un museo donde los visitantes ven las habitaciones en las que la joven pasaba su encierro y creaba su obra que está también expuesta en el lugar. La casa se encuentra en Ámsterdam, Países Bajos.
El «Diario de Ana Frank» es una de esas obras tan personales que terminan siendo colectivas. Ana fue el árbol que nos ayuda a comprender todo un bosque, por eso creo que es un documento importante y digno de ser leído. Este título fue traducido a 60 idiomas y se vendieron 30 millones de copias en el mundo. Una verdadera hazaña de la que Otto fue el precursor. Desde el momento de su solitaria liberación a los 56 años y hasta su muerte, cuando tenía 91, Otto tuvo como única causa en la vida cumplir el deseo de Ana: que su diario fuera conocido. No fue una tarea fácil, el padre de Ana soportó rechazos al texto al menos en 15 oportunidades, hizo frente a la crítica literaria dirigida a su difunta hija y hasta tuvo pleitos legales. Otto Frank murió el 19 de agosto de 1980, víctima de cáncer.
Annelies Marie Frank (Ana Frank) nació el 12 de junio de 1929 en Alemania. Fue escritora. Murió en marzo de 1945, en el campo de concentración de Bergen-Belsen, solo dos meses antes de que la liberación de Holanda se hiciera realidad; esa que tanto había soñado. Ana fue un alma que se expandió a pesar de su encierro, de sus años y de su época.
Claudia Campanini
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