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miércoles, 30 de marzo de 2022

Mujercitas

Para hablar de «Mujercitas» habría que empezar por su título, que de por sí sopla en la novela un viento cursi, aunque debemos decir que el diminutivo viene de esa terrible costumbre nuestra, los hispanohablantes, de decirlo todo en chiquito, así como para sonar menos toscos. Por lo tanto, aquello no es responsabilidad de la autora, quien tituló su obra como «Little Women», es decir: «Pequeñas mujeres».


Es muy complicado reseñar una obra de hace dos siglos en nuestros días; y lo es, porque pertenecemos a una generación de sensores y censores. Tenemos una especial habilidad, o eso creemos, para «captar ideas retrógradas» que no tardamos en etiquetar y defenestrar lo creado antes de nosotros. Sobre «Mujercitas», por ejemplo, la crítica más frecuente que he leído es que es un libro «altamente machista» y pienso que hoy más de uno la cercenaría (como ya lo hicieron con esta misma obra en 1880) o de hasta quizá la retiraría. 

«Es siempre más sencillo cancelar lo que no se entiende que tratar de entenderlo», decía hace poco el escritor español Arturo Pérez-Reverte y me parece que este es uno de los casos. «Mujercitas» fue un libro gestado en una época en que los hombres partían a la guerra y las mujeres cosían y hacían pan, así que creo que estos aspectos impresos en la obra son el reflejo de la sociedad americana durante el siglo XIX, y no es que nos vamos a escandalizar, dos siglos más tarde, por la realidad de entonces. ¿Qué dirán de nosotros de aquí a dos siglos?

Por supuesto que la obra tiene defectos, pero que antes sus fueron virtudes; entre ellos, la falta de personajes grises, la madre es sabia, el padre es comprensivo, las hijas hacendosas, los vecinos amables... Casi casi me animaría a decir que hay más maldad en «La pequeña casa en la pradera» que en «Mujercitas». Tal vez la explicación esté en que era una libro escrito para adolescentes; sin embargo, al mismo tiempo hay un elemento, para sus días, revolucionario. Si bien la autora puso a bordar a las pequeñas mujeres, «como era debido», también las hace irrumpir en mundos reservados en su mayoría para hombres: las artes.

Las protagonistas de la historia son cuatro hermanas: Meg, Jo, Amy y Beth. La primera, Meg, es quizá la única de las hermanas con más vocación doméstica que artística, aunque se inclinaba por el teatro. La segunda hermana, Jo, era escritora (y ya sabemos todo lo que Virginia Woolf investigó sobre las penurias que pasaba una mujer que quisiera escribir). Amy es pintora y escultora y Beth es pianista. Se lee fácil, a nadie impresiona, y no resulta un mérito, claro que no, si miramos con nuestra soberbia mirada de hoy, pero a las mujeres de antes les debemos todo aquello que hoy nos parece tan irrelevante y damos por descontado, como mi derecho, por ejemplo, a estar escribiendo estas líneas. 


«Mujercitas» fue una novela escrita durante la Guerra de la Secesión de 1865. Fue publicada en dos partes. En la primera (1968) las protagonistas son niñas que atraviesan los psicodramas de todos aquellos que crecen con hermanos (peleas, carencias, juegos, etc.). Toda la nostalgia que embarga a la autora por esa niñez perdida, que tan bien parece recordar, y recordar siempre es quitar un poco los defectos, es sin duda su punto fuerte. La secuela llegó un año después en la que se percibe claramente la madurez de la autora que expone a sus personajes a imperfecciones, desamores y muerte (hoy todos los ejemplares de «Mujercitas» incluyen las dos partes ya en extenso y sin censuras).

Para mí, Louisa May Alcott, la autora, no era machista, no lo creo, porque más bien, y me parece que, sin quererlo, sus personajes masculinos tienden a estar casi disueltos en su obra que, por ejemplo, casi ignora al padre a pesar de su paso por la guerra; pero sí creo que fue una mujer construida con los estándares de entonces: tiende a moralizar y sermonear de cuando en cuando a través de sus personajes, ese me parece el punto más flaco de la obra. El libro carece de puntos de reflexión filosófica y abunda en algunas pautas del buen comportamiento (no solo para las mujeres), supongo, como he dicho antes, por el público joven que fue elegido como lector.


Hay un mérito que no se le puede quitar a Alcott y es que su personaje principal, Jo, que vendría a ser su alter ego, representa a la mujer que se rebela contra los estándares de la sociedad de su época: no es femenina, no le gustan los vestidos, es amiga de los chicos y detesta la idea del matrimonio como una realización (todo un desafío tomando en cuenta que en aquellos años el matrimonio era la finalidad existencial y moral de toda mujer). Es más, a pesar de que este detalle no aparece en la obra, no fue el padre de la autora quien participó en la guerra, sino fue ella misma quien hizo maletas y partió hacia el conflicto para curar a los heridos.

«Mujercitas» es una obra con gran contenido autobiográfico. La familia protagonista, los March, está igualmente compuesta que la familia real de la autora: padre, madre y cuatro hermanas. Cambian algunos aspectos en los que la autora optó por la ficción: la más sustancial diferencia entre ella y el personaje que la representa está justamente al final de la obra.

Louisa May Alcott nació en Pensilvania, Estados Unidos, el 29 de noviembre de 1832. Dedicó su vida a la creación literaria. A pesar de que «Mujercitas» se convirtió en su título más popular, fue una prolífica escritora, cuya obra abarca más de 40 títulos. Alcott murió el 6 de marzo de 1888, a los 55 años, en Boston, víctima de un accidente cerebrovascular.


«Mujercitas» es una de las obras que más veces fue adaptada a la pantalla grande y chica (cuenta con al menos 12 versiones audiovisuales). La primera vez fue 1918 (durante el cine mudo) y la más reciente fue estrenada en 2019 (hoy disponible en Netflix). Definitivamente y más allá de toda crítica «Mujercitas» es una obra a prueba de tiempo y formatos. Estuvo tan presente en el periodo silente del cine, como lo está en la era del streaming, mientras que las imprentas aún estampan miles de ejemplares del libro.



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«Afganistán, un lugar. Un lugar en alguna parte del mundo. Algo terrible pasa ahí. Y pasa desde hace mucho tiempo, ¿no?».  IMAGEN: AMBER CLA...