«La metamorfosis» de Franz Kafka, es un pequeño libro que abre un gran universo. En torno a esta peculiar historia se han reunido, a lo largo de los años, pensadores, escritores, psicoanalistas, filósofos, etc. Todos ellos dieron sus explicaciones sobre lo que quiso plantear Kafka en un relato donde un hombre se despierta un día convertido en un insecto, ante el horror y la consternación de su familia.
Es ciertamente imposible, absurdo y altamente inverosímil que algo semejante suceda. Por eso, los pensadores dieron muchos nombres a lo escrito por el autor. El texto quedó acomodado dentro de «la literatura de lo absurdo».
En el escenario inmediato de la novela tenemos a un hombre convertido en insecto y a una familia que queda herida ante la transformación, dolida, con cierta repugnancia; pero también, y de alguna manera, comprometida emocionalmente con el insecto, mientras echan de menos al que fue antes del terrible suceso.
Yo le daría una interpretación más simple. Lo planteando por Kafka no es, en mi opinión, tan irreal ni tan complejo; creo que es más común de lo que parece. Por supuesto que nadie se despertará un día siendo literalmente «un bicho raro» (desde lo externo), pero quizá sí desde lo interno. A todo ser humano le espera el día crucial en su vida que lo transformará.
Considero que de eso se trata «La metamorfosis», del día que cambias y los tuyos te extrañan. Es la mujer con cáncer a cuya habitación la familia entra (aunque no quisiera entrar) como a una catedral de la tristeza, con miedo y dolor. Es la persona cuya mente se ha encerrado donde nadie más desea acompañarla. Es incluso el hijo que decide confesar su verdad inesperada.
Con el uso de la imagen familiar, Kafka pone a sus lectores contra la pared y los interpela. ¿Son capaces las personas de enfrentar su dolor y su miedo para aceptar las adversidades del otro?
En lo personal, esta es una novela que me ha generado cierta angustia. Una suerte de empatía tanto con el protagonista, a quien al menos me hubiese gustado voltear un par de veces para que camine tranquilamente, pero también con los suyos, avasallados por el cambio. Es una obra que convoca emociones difíciles.
El relato es muy corto, depende del tamaño de las letras, las dimensiones del libro y el diseño editorial, pero en todo caso no sobrepasa las 60 páginas. «La metamorfosis» fue publicada por primera vez en 1915, en dos partes, en la revista alemana «Die Weißen Blätter», meses más tarde se presentó como libro. Fue una de las pocas obras puestas a la luz por el mismo Kafka; la mayoría son póstumas.
La historia de una traición (y admiración)
La vida de Kafka fue tan enigmática como su Metamorfosis. Un sinnúmero de investigadores ha dedicado su vida para tratar de conocer al escritor en un plano más íntimo. De allí nace una corriente denominada «kafkiana» que se dedica a escribir sobre el autor o bajo su influencia. La Real Academia de la Lengua incorporó el termino «Kafkiano» como un adjetivo relacionado con la obra del autor, pero también lo incorpora para describir situaciones trágicas o absurdas.
A Franz Kafka no lo conoceríamos hoy si su mejor amigo no lo hubiese traicionado, o no hubiese traicionado, al menos, su última voluntad. En su lecho de muerte Kafka escribió su decisión sobre toda su obra. La carta iba dirigida al también escritor, Max Brod a quien le encargaba que todos sus manuscritos (relatos, cartas y diarios) sean quemados sin ser si quiera leídos.
Tras un conflicto moral y artístico Brod decidió no obedecer el pedido de su amigo en quien veía un gran talento. Cuando los nazis ocuparon Praga lo único que empacó Brod para escapar a Palestina fue la obra de Franz. Así fue que tiempo después compiló, ordenó y publicó algunos de sus escritos. Interpelado por los periodistas argumentó que el mismo Kafka estuvo corrigiendo algunas de sus obras antes de morir y que su pedido de eliminar toda su obra surgió en un momento de «depresión temporal».
Pero no todo fue publicado, miles de hojas escritas por Kafka permanecieron casi un siglo bajo llave. En el momento de su muerte Max Brod le ordenó a Esther Hoffe, su amiga y secretaria, que «El archivo Kafka» sea donado al «Archivo Nacional de Jerusalén» o a otra institución, este último detalle: «o a otra institución» le sirvió de pretexto a la heredera. Continuando el legado de omitir moribundas voluntades Hoffe tampoco cumplió el último pedido de Max y decidió vender algunas de las obras de Kafka. Es el caso del manuscrito de «El proceso» que en 1988 fue subastado por un millón de libras y luego recuperado por Marbach, el archivo de literatura alemana.
Al morir, la poco diligente secretaria, heredó los documentos a sus hijas. Una de ellas los poseía en un extraño departamento con cientos de gatos y objetos acumulados. Tras una larga batalla legal entre la acumuladora de felinos y la Biblioteca Nacional de Israel el archivo Kafka pasó, en 2015, definitivamente a tuición judía.
Obras inéditas.
En la caja de la discordia que fue salvada de nazis, coleccionistas, fetichistas y gatos se encuentra una importante cantidad de manuscritos de Kafka. Hace un par de meses y con algarabía la Biblioteca Nacional de Israel anunció su digitalización y puesta en línea (se trata de un escaneo de los documentos originales). En el archivo se hallaron cartas a sus padres y amigos, relatos autobiográficos, cuadernos de hebreo y dibujos.
Kafka, como Van Gogh, no pudo ni ver ni sospechar el rotundo éxito de su obra. Sus publicaciones en vida fueron ocho, cuatro de ellas en revistas. Estoy segura de que su peculiar imaginación no le hubiera alcanzado para prever que un día sería referente del pensamiento filosófico, psicológico y literario. De lo que no estoy segura es si esta sobreexposición se le habría hecho agradable, posiblemente no. Kafka era el tipo de artista que le gustaba crear, pero con un bajo, bajísimo perfil.
No solo la obra de este escritor pasó por disputa de propiedades. Él mismo, como individuo, es una causa de disputa entre países. Kafka nació en 1883 en Praga, en el entonces Imperio austrohúngaro (Austria Hungría) que era habitado por checos, alemanes y judíos. Kafka era hijo de judíos y se reconocía como tal, pero se educó, hablaba y escribía en alemán. Desparecido el Imperio austrohúngaro, Kafka pasa a los anales de la historia como un escritor checo-judio de formación alemana. «Era judío» insiste Israel, que ahora goza de la tuición de su obra; Alemania retruca que toda ésta está escrita en lengua germana y considera por lo tanto que era un escritor que pertenece a la cultura alemana. Para cerrar la discusión los mas poéticos concluyen que Kafka es del mundo.
Franz Kafka murió el 3 de junio de 1924 a los 40 años en Austria, víctima de una tuberculosis. Jorge Luis Borges escribió sobre él: «De todos modos, Kafka, ese soñador que no quiso que sus sueños fueran conocidos, ahora es parte de ese sueño universal que es la memoria» al momento el argentino confiesa «Yo quería ser como Kafka».
Y quizá ahí radique la magia de Kafka. Solo Kafka es Kafka porque solo él no quiso serlo.
Claudia Campanini