Evocando su nostalgia heredada por una tierra rojiza, puestas de sol memorables y blancas plantaciones de algodón, Margaret Mitchell nos instala en 1861 y nos muestra un mundo ya desaparecido los Estados Confederados de América. «Lo que el viento se llevó» fue la única novela que la autora escribió en su vida, pero le significó el premio Pulitzer de 1937 y una de las más importantes adaptaciones a la pantalla grande en 1939. El título, por tanto, se ha convertido no sólo de un clásico de la literatura universal, sino también es un clásico cinematográfico.
«Lo que el viento se llevó» es una novela contada de tal manera que tiene la capacidad de llevar a sus lectores hasta hace dos siglos y mirar la vida de entonces. La obra narra una de las historias de amor más emblemáticas de la literatura, que algunos editores han comparado en su importancia narrativa con la de Romeo y Julieta, aunque con distinto tenor. A su vez, ahonda en la herida del Sur de los Estados Unidos durante la Guerra de Secesión (Guerra Civil estadounidense). Es, por ello, una novela tanto histórica como romántica.
¿Qué se llevó el viento?
Margaret Mitchell concibe su obra desde la visión del sur y es una suerte de denuncia sobre los despojos que sufrieron los sureños en manos de «los yanquis». La autora escribió su novela desde 1926 hasta 1936; su creación ocurre, entonces, 60 años después de la caída del sur, es decir, escribió con las heridas aún abiertas. Las relaciones de esclavitud se muestran en su narración extrañamente paternales y protectoras. Mitchell hace énfasis en el cariño que existía entre esclavos y esclavistas antes de que los estadounidenses los liberaran y en sus palabras los dejaran «desprotegidos» (lejos de sus dueños).
La cultura de la cancelación
En junio del pasado año HBO retiró temporalmente de su plataforma la película «Lo que el viento se llevó». La decisión fue tomada luego de la publicación de un artículo de opinión del guionista de «12 años de esclavitud» John Ridley, el escritor hacía hincapié en que el film inspirado en el libro de Mitchell «glorificaba la esclavitud e ignoraba sus horrores».
No tardaron en dar el grito al cielo quienes acusaron a los precursores de la propuesta como progres (progresistas en el sentido peyorativo de la palabra) que querían eliminar la historia.
La cinta fue repuesta por la plataforma semanas más tarde cuando incluyó antes del inicio una advertencia de contenido.
Soy contraria a la cultura de la cancelación. Nada del pasado debe cancelarse bajo la exquisita lupa de la corrección del presente. Sería una soberbia retirar la producción que fue antes de nosotros. Aquello nos sirve para comprender a los hombres y mujeres del pasado.
Sin embargo, hay que admitir, también, que a pesar de que esta novela es una gran obra y un gran clásico contiene sentencias que al menos hoy serían escandalosas. Es común encontrarse con párrafos que hablan de la escasa capacidad intelectual de los negros, «son como niños que necesitan de sus dueños», reflexiona la protagonista o recuerda las amorosas palabras de su madre cuando le enseñó a «tratar a los seres inferiores con mucho cuidado, especialmente a los negros». O la autora estaba convencida de «la supremacía blanca» o quiso hacer una semblanza de la idiosincrasia de entonces, eso no me queda claro. En todo caso, tales enunciados hoy hacen ruido, aunque insisto no debería por aquello cancelarse ninguna obra.
Nostalgia
El punto más fuerte de la autora y de su obra fue su capacidad de diseñar la historia de tal manera que el libro es casi una máquina del tiempo con destino a la mitad del 1800. El lector casi casi podrá sentir la sensación de pisar las plantaciones; es probable que a las mujeres nos apriete el brasier y bendeciremos a quién sea que haya sido el alma bondadosa y revolucionaria que eliminó aquellos elementos de tortura como fueron los corsés. Los olores a ceniza, a velas y a aceite de lámparas también parecen sentirse, junto a alguna maciza ventana. Mientras fuera, suenan las espuelas de algún caballo y hombres corren de un lado al otro cuando el humo se alza de lejos iluminado por una media luz.
«Lo que el viento se llevó» es una obra que por poco no fue. En primera instancia Mitchell se volcó de lleno a escribir la historia que con retazos de relatos familiares y textos históricos armó en su cabeza y le dio vida. Sin embargo, después de más de mil hojas escritas y de cuatro años de labor, la autora confinó su ampuloso manuscrito a alguna gaveta de proyectos inconclusos, para entonces, había conseguido hilar bien casi toda la historia y le faltaba solo el inicio. No fue hasta 1935 que Mitchell desempolvó su manuscrito y lo presentó sin mucho entusiasmo al editor Harold Macmillan Latham, fue el editor quien la animó a concluirla con la promesa de publicarla. Así, en junio de 1936, se publicó esta obra que vendió un millón de copias ese mismo año y pasó de inmediato al interés hollywoodense. (Hoy se vendieron más de 80 millones de ejemplares y fue traducida a 27 idiomas).
Película
El 15 de diciembre de 1939 pasó a la historia estadounidense como uno de los días más importantes del séptimo arte. Tras cuatro años de intenso trabajo y adaptaciones y readaptaciones del guion, América estrenaba una de las películas más taquilleras de su historia y un emblema de los años dorados del cine: «Lo que el viento se llevó». Como el arte es capaz de reconciliar lo irreconciliable, la historia que había sido escrita con cierto resentimiento respecto a los estadounidenses era acogida por estos que, a su vez, levantaron el día del estreno banderas confederadas en el desfile previo. Ese fue el día que los estadounidenses del norte y del sur se miraron con empatía. Aunque no todo fue color de rosa, las leyes segregacionistas de entonces no permitieron que las actrices de color del film pudieran asistir al evento. La producción arrasó con los premios de la Academia con 13 nominaciones y 10 galardones, entre ellos, «Mejor película».
Margaret Mitchell nació en Atlanta el 8 de noviembre de 1900 donde se pasó la infancia prestando atentos oídos a los veteranos de la Guerra Civil y de los ciudadanos del Sur. Eran ellos su fuente de inspiración cuando escribía cuentos que recaían siempre en la Guerra que tanto la había marcado. Fue periodista y escritora. Murió el 16 de agosto de 1949, a los 48 años, tras ser atropellada por un taxista que conducía en estado de ebriedad.
Disfruté mucho de esta lectura que me raptó de este siglo y me llevó a otro. Qué agradable poder escaparse un momento a otras épocas cuando uno siente desasosiego con lo que nos tocó vivir en nuestro siglo. Entonces llegas a esos lugares, ves a esas personas y te das cuenta que no, no somos ni los más desgraciados, ni los más infelices de la historia. Siempre hubo una época más dura que la nuestra; ¿el factor común? la resiliencia, siempre la resiliencia que nos obliga a reconstruir desde donde estemos.
El último capitulo del libro me resultó amargo porque por un lado cerraba una historia que me acompañó por casi dos meses y me despedía de aquellos personajes que amé o detesté a lo largo de las páginas; y por otro lado, el día que cerré el libro coincidió con el día de la partida de mi padre a la eternidad.
Así que en mi caso ¿qué se llevó el viento? El viento se lo llevó a él.
Claudia Campanini.